DE TORTUGAS Y PEREZOSOS. COSTA RICA 2019 (2024)

Miércoles 21 de agosto

Como he dicho en la introducción volamos con Iberia en un vuelo directo desde Madrid hasta San José, la capital de Costa Rica. Salimos a las 11:35 de la mañana y llegamos puntuales a las 14:25 locales (las 22:25 de España) tras un vuelo de algo menos de 11 horas.

El aeropuerto Internacional Juan Santamaría de San José es muy pequeño y manejable. Recogimos las maletas y pasamos la aduana en un trámite afortunadamente muy rápido. Únicamente haceros notar que nos pidieron mostrar la reserva en la que constaba el vuelo de salida del país pero no tuvimos ni que rellenar impresos ni hacernos fotos ni tomar las huellas ni ninguno de esos trámites anglosajones tan pesados.

A la salida nos estaba esperando una furgoneta (buseta dicen ellos) para llevarnos al hotel. En el aparcamiento ya tuvimos un primer encuentro con un gorrilla que nos quería ayudar a llevar las maletas y ayudar al conductor a pagar el parking. El tío era muy insistente y el conductor tampoco hacía nada para evitarlo así que se llevó nuestros primeros dólares de propina.

Salimos al intenso tráfico de un día laborable de la capital que nos recibió lloviendo, como es habitual en las tardes de la estación lluviosa. En el corto trayecto hasta el hotel (16 km) nos topamos con un accidente que había provocado una retención por lo que tardamos casi una hora en llegar.

HOTEL PARK INN BY RADISSON
Página web
Nota: 8/10
El hotel que nos había reservado la agencia es un hotel moderno de negocios situado un poco alejado del centro de la ciudad del estilo de los NH o AC con detalles de diseño, mucho cliente trajeado, salas de reuniones, etc. Las habitaciones eran amplias, el baño cómodo, la wifi excelente y los desayunos magníficos.

Tras un rápido aseo salimos a intentar conocer la capital en las pocas horas de luz que nos quedaban.

SAN JOSÉ
San José fue fundada en 1737. Su cantón central tiene 288.000 habitantes pero en su área metropolitana se concentran 2.600.000 de habitantes, el 60% de la población de Costa Rica. Casi todos los diarios recomiendan evitarla porque no tiene mucho que ofrecer y confirmo esa impresión. Es una ciudad fea y anodina aunque sirve para mostrar una cara más moderna y cosmopolita del país comparada con la imagen bucólica, salvaje y rural que nos hubiéramos llevado si sólo hubiéramos visitado sus playas y los parques nacionales.

Para espabilarnos y estirar las piernas decidimos ir andando hasta el centro pero empezó a llover chuzos de punta como sólo lo puede hacer en un país tropical y estuvimos media hora resguardados en un soportal hasta que cedió un poco. ¡Vaya comienzo de viaje!

El recorrido que hicimos fue el siguiente:

Enseguida llegamos a la Avenida Central, la principal arteria comercial de la ciudad que es peatonal.

En ella se levanta el Mercado Central, interesante como todo mercado para tomar el pulso a la vida de la ciudad pero desgraciadamente la mayoría de los puestos ya estaban cerrando.

Alrededor del mismo en la calle había multitud de puestos de venta callejeros de dulces, ropa y frutas. Aquí nos dimos cuenta por primera vez de que estábamos viajando en la época del mamón injertado (una frutilla roja y peluda llamada rambután en Asia y que se vende por todo el país) y de que los aguacates costarricenses eran de un tamaño descomunal.

Un poco al norte vimos el Edificio de Correos y Telégrafos de Costa Rica, construido en 1917 en estilo neo-renacentista por el arquitecto catalán Luis Llach Llagostera presidiendo una plaza de estilo europeo.

Nos desviamos un poco hacia el sur para conocer la Catedral Metropolitana de San José, un templo neoclásico erigido en 1825 que no visitamos por dentro y que nos dejó bastante fríos.

Frente a ella se levantaba el coqueto edificio del centenario Teatro Popular Mélico Salazar adornado con luces de colores.

La Avenida Central desemboca en la Plaza de la Cultura, epicentro de San José, un espacio abierto y peatonal bastante simple y setentuno o por lo menos así nos lo pareció con la escasa luz nocturna de la ciudad.

Está presidido en uno de sus costados por el Teatro Nacional de Costa Rica, otro edificio neoclásico con esculturas de genios de la música con una fachada muy del estilo europeo del siglo XIX.

En el subsuelo de la plaza se hallan el Museo de Oro Precolombino y el Museo Numismático Jaime Solera Bennett con una antiestética entrada bajo rasante en el lado oeste de la plaza.

Un poco más adelante se levantan el Museo del Jade, el más famoso de la ciudad y el Museo Nacional de Costa Rica, pero aquí empezó de nuevo a llover y decidimos dejar el turisteo. También al norte de la Plaza de la Cultura se encuentra el Barrio Amón el único barrio de la ciudad con edificios coloniales y ambiente bohemio con galerías de arte y restaurantes modernos y que pudimos vislumbrar un poco desde el autobús al día siguiente.

Se me ocurrió preguntar a un joven que estaba haciendo publicidad de visitas guiadas por la ciudad por un buen sitio para cenar. Se ve que estaba aburrido porque nos acompañó 200 metros hasta uno de los establecimientos con más solera de la capital, la Soda Chelles, mientras intentaba engancharnos a sus visitas guiadas. Las sodas son los establecimientos de comida popular por excelencia del país. Suelen ser modestos bares con escasas mesas que dan comida poco elaborada a precios contenidos y el Chelles es una de las que más raigambre tiene en la capital. Allí probamos el famoso casado, el plato estrella de Costa Rica, un plato combinado de arroz, verduras, frijoles y una ración de proteína a elegir (pollo, pescado, cerdo o ternera habitualmente). Pues eso, un plato combinado . Comimos los 7 por 35.000 colones (unos 24€) por lo que por lo menos fue muy barato.

Antes había preguntado a nuestro amigo por una tarjeta SIM local y el tío se había ido a comprar una a la tienda de Claro de al lado y nos la trajo a la mesa y "solo" me cobró 4$ (imagino que algo ganaría él).

Con el estómago lleno y armados ya con datos locales, el jet lag hizo acto de presencia por lo que tomamos dos taxis justo enfrente de una puerta monumental que daba acceso al Barrio Chino de la ciudad y por 2000 colones por barba llegamos al hotel y a nuestro merecido descanso porque además al día siguiente nos recogían a las 6 de la mañana para empezar nuestro periplo costarricense por Tortuguero.